Mario Barbierato MAITÈ

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Mauro

 

Mario Barbierato MAITÉ

Mario Barbierato MAITÉ, nacido en la baja Padua, en un pequeño pueblo de campo, tiene una historia simple y una inexplicable, en su opinión, predisposición a la pintura.

De hecho, desde joven manifestó esta “necesidad” no siempre entendida por el mundo que le rodeaba. Sin embargo, el hecho de que sea autodidacta será un continuo estímulo para la investigación, un continuo deseo de comprender.

No tiene formación académica, pero en un momento dado de su vida conoce a una pintora de Padua, Dolores Grigolon, y entra en su estudio encantado con ella, y es precisamente en ese período cuando comprende lo fundamental que puede ser para él la figura de Dolores Grigolon. Extrae energía de ella, con ella puede contar su felicidad, su angustia, lo que ve pero sobre todo lo que siente.

Será un período intenso donde la búsqueda nunca lo abandonará, una búsqueda en los ojos, en las formas del cuerpo, en la paleta.

Otro momento importante fue cuando trabajó como restaurador. En ese período tuvo la oportunidad de ver, tocar, observar, pero también, como él dice, de “oler” las obras de Tintoretto, Tiziano, Tiépolo… esas figuras a veces retorcidas que lo atormentaban.

Y entonces las palabras, los escritos, un continuo tormento de una formación nunca recibida, un hambre, un deseo insalvable hasta que un poco por casualidad (pero por casualidad nunca pasa nada) o por necesidad, no sabemos; empieza a pintar en las páginas de un libro, de un periódico, sintiendo un placer inexplicable, esa confusión de palabras, no sólo no le daba tormento, sino que por el contrario le daba energía, las palabras leídas por otros, esas páginas hojeadas por cualquiera, por manos, ojos diferentes a los suyos, eran un valor añadido.

A veces es una página entera de un periódico, o muchas páginas de un libro o una partitura, o todas juntas desgarradas, superpuestas, mezcladas como un conjunto de conocimientos diferentes, unidas sólo por los colores, el signo, la fuerza, pero también la debilidad que Mario Barbierato MAITÉ da a los ojos de los que le rodean.

 

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